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Recursos & Herramientas

Por

Mukadder Erdoenmez, Head of International Casualty for Europe & Sinan Geylani, Underwriting Manager, Autonomous Systems & Vehicles

Hace unas décadas, la idea de vehículos sin conductor era en cierto modo cosa de ciencia ficción. Pero hoy en día, los vehículos autónomos son una realidad. Se estima que para 2026 habrá unos 21 millones de coches autónomos en las carreteras de todo el mundo.

Como afirmó una vez el empresario Elon Musk: «cuando Henry Ford empezó a fabricar coches baratos y fiables, la gente dijo “bah, ¿qué tiene de malo el caballo?” La suya fue una gran apuesta, y funcionó».

Los vehículos que funcionan con un nivel 4 de autonomía (capaces de completar todo un viaje sin intervención de un conductor, aunque con ciertas limitaciones) probablemente «alterarán la escena y estarán disponibles» antes de 2022, de acuerdo con un informe del Centro de McKinsey para la Movilidad Futura. Entretanto, según pronostica el informe, los vehículos plenamente operativos con un nivel 5 (capaces de funcionar sin conductor en cualquier lugar y en todo momento sin provisión de dispositivos para intervención humana, como volante, palanca de control o pedales) probablemente lleguen para 2030.

De acuerdo con un estudio realizado entre propietarios de pequeñas empresas por Renault-Nissan-Mitsubishi, el 55 % de los encuestados cree que sus flotas serán completamente autónomas dentro de veinte años.

Pero la autonomía no solo tiene potencial para revolucionar la forma de hacer las cosas en el transporte por carretera.

Empresas de todos los sectores están invirtiendo mucho en autonomía. Solo en 2018, las inversiones en tecnologías autónomas alcanzaron los 10 300 millones de dólares, según los expertos en capital riesgo de Pitchfork.

La tecnología autónoma está siendo adoptada por el transporte marítimo y la logística: el primer ferry autónomo fue probado recientemente en Finlandia, por ejemplo. Y también se está utilizado en grúas y puertos, así como en carretillas elevadoras empleadas en almacenes y centros de embalaje.

En agricultura, se están empleando máquinas autónomas para sembrar y cosechar cultivos, y también se emplean máquinas autónomas en la construcción y demolición de edificios, carreteras y vías férreas.

La lista no se detiene ahí y es probable que siga creciendo.

Las tecnologías autónomas son objeto de estudio, pruebas y uso en diversas industrias de todo el mundo. Pero las nuevas oportunidades conllevan también nuevos riesgos.

Sin embargo, junto a la inversión y la especialización necesarias para el desarrollo de estas tecnologías, surgen obstáculos jurídicos y en relación con la responsabilidad que deben salvarse antes de que la autonomía se convierta en una parte aún más importante de nuestra vida cotidiana.

No sorprende que los legisladores de todo el mundo insistan en que los vehículos autónomos se sometan a rigurosas pruebas en condiciones controladas y entornos cerrados antes de que se les permita salir a las vías públicas.

Para los expertos en riesgo y los aseguradores, el tema de la responsabilidad en caso de que algo salga mal es una cuestión con la que vienen lidiando desde hace un tiempo. Por ejemplo, ¿quién sería responsable en caso de que un error de software cause un problema en el comportamiento de un vehículo? ¿Sobre quién recaería la responsabilidad si los piratas informáticos provocasen un cambio en la trayectoria de un vehículo autónomo?

En É«¶à¶àÊÓÆµ nuestra participación en diversos proyectos —entre los que destaca la iniciativa DRIVEN, dedicada al estudio de los vehículos autónomos con un nivel de autonomía 4— nos ha dado perspectiva sobre cómo pueden asegurarse los vehículos autónomos.

Aplicando este conocimiento, hemos diseñado una polifacética propuesta de seguro, que apoya el diseño, desarrollo, realización de pruebas y aplicación de estas tecnologías. La solución está dirigida no solo a las empresas fabricantes, propietarias y explotadoras de vehículos autónomos, sino también a los fabricantes de componentes y desarrolladores de software que forman parte del sector.

La propuesta aplica un enfoque modular a la transferencia de riesgos; los clientes pueden estructurar diversas coberturas de seguro dependiendo de sus necesidades y circunstancias particulares. En el caso de una empresa emergente que realiza pruebas en un entorno cerrado, por ejemplo, el programa podría incluir una póliza tradicional de responsabilidad civil, junto con algunos elementos que cubran la responsabilidad de algunos componentes propios.

La póliza ofrece una cobertura básica de responsabilidad civil, daños materiales y robo del vehículo. A esta puede añadirse cobertura para la responsabilidad por daños materiales a la propiedad bajo el cuidado, la custodia o el control del asegurado; responsabilidad por daños a instalaciones de ensayo, ciberataques; responsabilidad por daños o lesiones; interrupción de ensayos; y gastos por restauración de datos.

Todos estamos aprendiendo acerca de esta tecnología sobre la marcha y utilizando los datos obtenidos de experimentos y ensayos para entender mejor los riesgos y oportunidades que ofrece la autonomía.

A tal fin, un enfoque colaborativo resulta, en nuestra opinión, crucial para el desarrollo de estrategias de gestión y transferencia de riesgos para las tecnologías autónomas. Queremos seguir trabajando con clientes de todos los sectores industriales con el fin de conocer mejor los riesgos y oportunidades que ofrece la tecnología autónoma.

Puedes contactar al autor completando este formulario

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